martes, 28 de septiembre de 2010

Rakastan sinua

Uno aprende a ceder para bienestar de los más amados. El problema es cuando siguen mal aún después de que uno cedió su parte. No puedo hacerme cargo de los sentimientos de los demás, y a veces no puedo soportar los míos. Mi egoísmo nato se choca con mi honestidad y las batallas, hacia los demás, las gana la honestidad. Pero hacia mí las gana el egoísmo. No me importa saber que opté por sugerir la mejor opción, no es un consuelo cuando me encuentro sola en la cama, mordiendo mis nudillos para no gritar. Me estoy volviendo loca de a poco, caí en el cliché y si bien no voy a usar palabras comunes, mi sentimiento es común al de todas las personas en mi situación. No pude obligarlo a quedarse conmigo, no tuve el coraje para animarme. Y si bien me quedo con la duda de lo que podría haber sido, y pienso que quizás todo hubiera seguido bien en su vida si tomaba la desición errada que yo quería que tome, no deja de ser una desición errada. Y ahora que está haciendo las cosas bien, que poco a poco puede materializar algunos sueños, se siente un rompecorazones. Y yo tengo el corazón medio rasguñado hace rato, pero son rasguños que tenía que tener, por su bien. Porque no podría jamás cargar con la culpa de sus sueños rotos. Aunque ahora le cuesta acomodar sus tiempos, aunque no todos llegamos a entender las cosas a tiempo, aunque quisiéramos que sea sólo nuestro, él es de él y de nadie más. Tenemos que vivir con eso, y tenemos que seguir a su lado, sea porque lo necesita o porque, por lo menos en mi caso, no quiero estar nunca más lejos de toda su luz y su misterio.
Sólo quiero verte siempre felíz.

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