jueves, 20 de enero de 2011
Back to the roots.-
Bueno, después de un horrible día en el que mis planes sugirieron volverse polvo una vez más, y exactamente justo después de que se me recordara que en este mundo no importa estar en lo correcto y peor aún, si lo estás serás apartado de la sociedad; he descubierto que una de mis pasiones ha surtido efectos relajantemente positivos. Aclaremos: al estar muy enojada, pero contando con una buena compañía, se me dió por volver a Bolívar 451. Uno siempre vuelve a donde siente que quedó su hogar, y el mío realmente está ahí. Mientras caminaba y le contaba a mi adorado acompañante cosas como "esto está acá desde que tengo memoria", "esto es nuevo", llegamos a un punto en el que mi no siempre tan buena memoria que anteriormente cité, tomaba un doble rumbo: esa casa metida hacia adentro podría ser un jardín, o un centro cultural, o una casa donde se hacían cosas (según recordaba). No lo mencioné en voz alta, por lo que mi compañero no podría haberlo adivinado, pero me quedé absorta leyendo sus avisos. Y ahí estaban. Esas dos letras que eran la llave a mi mundo, ese mundo que es tan mío que ni a mí me dejo entrar. Las ví relucientes, mientras me brillaban los ojos y la voz de ese hombre que suele viajar al lado mío me decía "vamos a averiguar". Nada mejor que seguir su consejo, y la realidad pudo más que mis berrinches justicialistas, ahí estaba, el curso de FX que me acercaría a la creación material de mis mundos absurdos, la entrada al mundo de materiales y formas con los cuales ansío experimentar. Vale aclarar que busqué en todos lados... menos en mis raíces. Y felizmente, aquí estaba, a unas cuadras de mi casa, y a solo una de mi hogar.
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